Comentario: Nada en
realidad ocurre con una “persona” que elige suicidarse. El suicidio es un
intento de escapar la culpa inconsciente que sentimos por habernos separado de
Dios. Lo que no nos damos cuenta es que la culpa inconsciente es la que lleva a
la mente a proyectar el sueño. Sólo que ahora dentro del sueño intentamos
buscar una salida y al no encontrarla creemos que escapándonos del sueño
(suicidándonos) erradicamos esa culpa.
Pero en realidad lo que “ocurriría” por
así decirlo, es que se proyectaría otro cuerpo y otro sueño para cumplir el
objetivo el cual es perdonar. De lo contrario estaríamos corriendo en círculos,
que de hecho, eso es lo que hemos estado haciendo. El Santo Hijo de Dios sigue
siendo inocente y libre de pecado sólo que hasta que no elija el sistema de
pensamientos del Espíritu Santo no habrá manera de poder romper ese círculo
vicioso de “muerte” y “nacimiento”.
Es por eso que cuando confrontamos una
experiencia en la cual alguien contempla suicidarse, si nosotros estamos
anclados en el sistema de pensamientos del Espíritu Santo, sin siquiera tener
que decir una palabra a menos que surja como una guía del Espíritu Santo,
nuestra paz transmitida a esa persona le sirve de apoyo para por lo menos
reconocer que puede elegir otro sistema de pensamientos. Otra manera de decirlo
sería que la paz que le transmitimos al esa persona, al poder ese persona
sentirla se abre al reconocimiento de que hay una paz dentro de si misma que
antes no podías reconocer pero qué ahora sabes que está ahí.
Y eso es en sí lo que el maestro de Dios
hace. No intenta convencer a nadie de qué hacer o qué no hacer con su “vida”.
Simplemente desde el amor se extiende a si mismo y si esa otra persona está
receptiva pueda que entonces cambie de parecer con respecto al suicidio. No
obstante, si por alguna razón esa persona no estuviese receptiva y se suicidase
el maestro de Dios sabe que ese era su currículo y por consiguiente no se
sentiría afectado por la decisión que aquel que deseaba suicidarse aparente
haber tomado.
Es bueno hacer hincapié sobre ello porque
generalmente cuando personas hacen preguntas sobre el suicidio quizá porque
ellos mismos lo han contemplado es una cosa. Pero cuando hacen una pregunta por
miedo a que un ser querido o un conocido se suicide es otra cosa. No se dan
cuenta que el problema en realidad radica en ellos mismos. Al darle realidad al
sueño el miedo que experimentan al ver a un ser querido o conocido suicidarse
es el miedo que existe en ellos mismos de regresar a Dios.
De hecho, el querer seguir sosteniendo
este mundo es una forma sutil de suicidio porque de todos modos esta
experiencia física va a terminar en la “muerte”. Solo que cuando la culpa
inconsciente es tan fuerte hay quienes quieren acelerar ese proceso al
suicidarse. Lo que el Espíritu Santo hace con nosotros, aunque a sabiendas ya
de que esta experiencia física va a tener un final, nos apoya a recordar
nuestra realidad en Dios y por consiguiente se erradica completamente el miedo
a la “muerte”. Ese cambio de mentalidad nos permite “vivir” el resto de
nuestros días en un estado de paz, de júbilo, de dicha, qué es a lo que se le
conoce como un sueño feliz.
En una mente que es consciente del amor
de Dios, el suicidio deja de ser una opción y dedica el resto de su experiencia
física simplemente a hacer la voluntad de Dios. Y no hay felicidad mas grande
que el hacer Su voluntad. “Todo
placer real procede de hacer la Voluntad de Dios.” T-1.VII.1:4